JULIÁN JIMÉNEZ
Comunidad Valenciana, epicentro y espejo de la podredumbre patria.
Dentro de poco seremos noticia. Dentro de poco muchos se llevarán las manos a la cabeza, como si nada de esto fuese conocido, asombrados y apesadumbrados, diciendo un ¿Cómo es posible? Como señala siempre aquel que no ha tenido conocimiento de nada. Sin embargo, somos muchos, aunque en realidad pocos, los que venimos avisando de la catástrofe que se cierne sobre esta tierra.
Para quien sea de fuera –y para el que no lo sea y siento si se siente mal ante el relato- Valencia, la Comunidad Valenciana o el País Valenciano (para gustos colores) concentra en su haber todos los defectos que se pueden ver en el común denominador de los españoles, a pesar de que no sea total esta caracterización. Pueblo de juerguistas, donde las fallas, la festa, los moros y cristianos son más importantes que el comer. Donde te puedes encontrar a auténticos descerebrados –conozco algún caso en mi pueblo, Mutxamel- a los que han embargado la vivienda por haber solicitado un crédito para salir en las fiestas.
Salir en las fiestas, que refleja el vivir de las apariencias, segundo defecto del españolito de a pie –salvo algunos raros que parecemos de otro planeta-. Aparentar que tienes, aparentar que te sobra, simplemente por el puro placer de aparentar. Gente que se ha metido en créditos para salir en las fiestas, gente que se ha permitido lujos como un chaletazo, o un cochazo o vete tú a saber. Porque tanto tienes, tanto vales… o más que tanto tienes tanto parece que tienes. Ver a alguien trayendo bolsas del Corte Inglés desgastadas la compra hecha en otro sitio o irte de cenas cuando estas cobrando el último mes de paro son ejemplos que no me los han contado ni leyendas urbanas.
Y el tercer defecto, al parecer extendido, sobre todo entre la clase “emprendedora”: el ser un zorro. La cultura de “más vale ser malo que tonto”, entendiéndose como tonto a aquel que cumple con lo establecido legalmente. Trabajadores sin contrato, fraude fiscal, fraude a la seguridad social, etc. No es extraño entrar a un bar y encontrarte, si te molestas en atender mientras lees al periódico a conversaciones ajenas, ver a fulano presumir de no haber pagado impuestos, entre el aplauso general. No es por casualidad que Alicante y Valencia sean las provincias donde mayores sanciones ha impuesto la inspección de Trabajo.
Con estos datos, no es de extrañar el relato de lo que sucede en esta comunidad. Al igual que el prototipo, también sucede con la casta dirigente. Dice un dicho que “cada pueblo tiene el Gobierno que se merece”. Quizá por esa razón, los que han gobernado Valencia durante 16 años sean el reflejo de lo que la mayoría es en esta tierra. Por ello en el resto de España se sorprenden de que hayan ganado gente imputada, que quienes están a punto de provocar la bancarrota sean capaces de seguir ganando a pesar de todo. Porque esa es otra, aquí al parecer lo mejor es la apariencia, aparentar hasta el último día, incluso un día antes de tu ruina. Y ello es lo que ha pasado en esta Comunidad.
La Comunidad Valenciana está en quiebra. Valencia es un auténtico pufo de dimensiones astronómicas que está a punto de estallar. Un agujero de deudas, impagos y ruina que sería oficial en unos días y que solo gracias a una asistencia de urgencia mantendrá la vida unos días más….pero solo unos días. Valencia está ya en suspensión de pagos. A esta tierra ya nadie le presta, nadie se fía, y por tanto eso, en términos económicos, es una suspensión de pagos, no porque lo declare ella, sino porque los posibles acreedores no cobran y porque ni el inversor más loco se atreve a prestar ni un céntimo.
Durante los años de la burbuja, Generalitat, Diputaciones y, en muchos casos, Ayuntamientos, dominados casi todos por el PP, gastaron de forma desmedida el dinero público. ¿En qué? Adivinen que tres características he indicado más arriba y llegarán rápidamente a la respuesta. En fiestas, apariencia y corrupción. Llego la crisis y se ha seguido gastando en fiesta, apariencias y corrupción. Y será así hasta el día D, el día en el que todo el mundo, nacional e internacional, ponga en un titular a doble página que “La Comunidad Valenciana se encuentra en default”. Es solo cuestión de tiempo.
En estos años no se ha aumentado apenas el presupuesto dedicado a Sanidad, Educación, Investigación, Actividad productiva, etc. Se aumentó lo justo y lo necesario cuando el maná de la construcción florecía, y se ha recortado, drásticamente, cuando esa fuente se secaba. Sin embargo, todo ha sido propaganda, un decorado de cartón piedra que los valencianos aplaudían a rabiar: Formula 1, la Copa América, Terra Mítica… o el aeropuerto de Castellón, conocido internacionalmente por no tener aviones y por contar con una invasión de conejos. ¿Qué importa lo que cueste y si sirve o no? Todos sabrán fuera lo importante que somos.
No se ha escatimado para las fiestas, y cuidadito con aquel que se atreva a tocarlas… Ni las Fallas en Valencia, ni las Hogueras de Alicante, ni los Moros y Cristianos de muchos pueblos (entre ellos el mío) han sufrido el más mínimo recorte presupuestario, como mucho la congelación o una ligera bajada. Ya que no hay pan, que haya circo asegurado, que es lo que muchos ignorantes anhelan año tras año…. Cueste lo que cueste, que ya se pagará... Mientras, si que se recorta el presupuesto en Educación, se apila desde mucho antes de la crisis a niños en barracones, se tiene la Sanidad hecha unos zorros o se privatiza (así se lo llevan los amigos), se cierra un centro pionero en investigación contra el cáncer (El Centro Príncipe Felipe) o vete tú a saber.
Y por ultimo corrupción. Corrupción a todo tren, de todos los tipos y para todos los colores. Corrupción como Gurtel, incluso minimizada por la población con la famosa frase “por cuatro trajes”. Cuatro trajes que son solo la punta del iceberg de una trama organizaba que se llevaba calentito millones y millones de dinero público que pagamos “los tontos” (porque los listos son los que defraudan, según estas costumbres que tenemos), saqueos colosales de las arcas publicas por parte del partido que según ellos mismos “son la esencia de Valencia y lo que sienten los valencianos”, es decir, el Partido Popular. Corrupción como en Castellón, con el afortunado Fabra; en Alicante, la trama Brugal, en Valencia el caso “Emarsa”, el desfalco y facturas falsas de millones con las que se contrataban incluso servicios de prostitutas con el nombre de “traductoras” (de griego y francés).
Un autentico marasmo de robo, cuyos símbolos más importantes han sido las entidades financieras valencianas, gobernadas y gestionadas también por el PP, y que han tenido que ser nacionalizadas con dinero público y vendidas a bancos externos a esta comunidad. No solo han sido saqueadas y arruinadas, sino que ahora ya ni siquiera son valencianas… Pero bueno, mientras tengamos Formula 1…. ¡Qué más da!
Pero resulta que al final el tiempo pone a cada cual en su sitio. Resulta que empieza a escasear el dinero para los amigos, para los miles de asesores y enchufados del PP en instituciones y empresas públicas, empieza a escasear el dinero para las adjudicaciones legales e ilegales, para empresas amigas…. Así que hay que seguir chupando del bote hasta que el bote se acabe. En lugar de hacer una limpieza en ese sentido (somos la Comunidad que menos funcionarios -de carrera o interinos- tiene por habitante, aunque si una de las que tiene a más asesores políticos) se deja de pagar todo o se recorta: se deja de pagar a los abogados de oficio, a las PYMES, a las farmacias (donde empieza a haber problemas de desabastecimiento y tres días de cierre), a las residencias de ancianos, a los dependientes. Comienza a haber retrasos incluso en las nóminas de los trabajadores de la Administración….
Y el reloj de arena se agotó. Es diciembre de 2011. Ahora ya no caben excusas. Ya no sirve que salga en Canal 9 una realidad paralela. Ya no sirve el que la teórica oposición socialista sea igual de mediocre e incompetente que los que mandan. Esto ya no es una broma. Ya toda España y el mundo saben que la subasta de bonos se ha cubierto in extremis.Y ello significa que estamos en BANCARROTA
Ahora tocará sufrir. Ahora tocará sufrir día a día el castigo de haber sido un pueblo tolerante con la corrupción, deseoso de aparentar, centrado en las fiestas y en las tradiciones. Ahora, incluso esa mayoría social que ha aplaudido esa situación, sentirá el dolor en sus carnes y lo tendrá sobradamente merecido. Será, por así decirlo, como el castigo de dios a los pecados cometidos. Solo que sin dios al que encomendarse, aunque muchos valencianos también padecen de ser beatos en exceso.
Ese es el futuro. Y lo triste, lo más triste, es que también lo sufriremos un amplio sector de la sociedad, minoritario, si, pero orgulloso de serlo, que avisó en su día de la ruina a la que nos dirigíamos. Que denunciábamos como un predicador en el desierto el hatajo de ladrones y sinvergüenzas que pululaban al calor del dinero publico. Que nunca se arrugó, aunque nos despreciasen, de decir que ese no era el camino. Que siempre se opuso y jamás apoyo la política de derroche que la derecha o el PP, como se le quiera llamar, desarrolló en esta tierra. Que jamás les apoyamos con nuestro voto. Que siempre se quejó de un PSPV-PSOE inútil e incompetente para plantear un modelo alternativo. A todos esos nos queda el consuelo de no ser cómplices de la ruina de la Comunidad Valenciana, aunque vayamos a sufrir las consecuencias.
A pesar de ello, cuando esa ruina se materialice, muchos tendremos ganas de decir y reprochar a muchos de esos colaboradores activos o pasivos de ese PP, de esa forma de hacer, de ese gusto por la corrupción y el aparentar. Más que nada, porque tendremos la autoridad moral para decir ¿Ahora que, hijos de puta?
Para quien sea de fuera –y para el que no lo sea y siento si se siente mal ante el relato- Valencia, la Comunidad Valenciana o el País Valenciano (para gustos colores) concentra en su haber todos los defectos que se pueden ver en el común denominador de los españoles, a pesar de que no sea total esta caracterización. Pueblo de juerguistas, donde las fallas, la festa, los moros y cristianos son más importantes que el comer. Donde te puedes encontrar a auténticos descerebrados –conozco algún caso en mi pueblo, Mutxamel- a los que han embargado la vivienda por haber solicitado un crédito para salir en las fiestas.
Salir en las fiestas, que refleja el vivir de las apariencias, segundo defecto del españolito de a pie –salvo algunos raros que parecemos de otro planeta-. Aparentar que tienes, aparentar que te sobra, simplemente por el puro placer de aparentar. Gente que se ha metido en créditos para salir en las fiestas, gente que se ha permitido lujos como un chaletazo, o un cochazo o vete tú a saber. Porque tanto tienes, tanto vales… o más que tanto tienes tanto parece que tienes. Ver a alguien trayendo bolsas del Corte Inglés desgastadas la compra hecha en otro sitio o irte de cenas cuando estas cobrando el último mes de paro son ejemplos que no me los han contado ni leyendas urbanas.
Y el tercer defecto, al parecer extendido, sobre todo entre la clase “emprendedora”: el ser un zorro. La cultura de “más vale ser malo que tonto”, entendiéndose como tonto a aquel que cumple con lo establecido legalmente. Trabajadores sin contrato, fraude fiscal, fraude a la seguridad social, etc. No es extraño entrar a un bar y encontrarte, si te molestas en atender mientras lees al periódico a conversaciones ajenas, ver a fulano presumir de no haber pagado impuestos, entre el aplauso general. No es por casualidad que Alicante y Valencia sean las provincias donde mayores sanciones ha impuesto la inspección de Trabajo.
Con estos datos, no es de extrañar el relato de lo que sucede en esta comunidad. Al igual que el prototipo, también sucede con la casta dirigente. Dice un dicho que “cada pueblo tiene el Gobierno que se merece”. Quizá por esa razón, los que han gobernado Valencia durante 16 años sean el reflejo de lo que la mayoría es en esta tierra. Por ello en el resto de España se sorprenden de que hayan ganado gente imputada, que quienes están a punto de provocar la bancarrota sean capaces de seguir ganando a pesar de todo. Porque esa es otra, aquí al parecer lo mejor es la apariencia, aparentar hasta el último día, incluso un día antes de tu ruina. Y ello es lo que ha pasado en esta Comunidad.
La Comunidad Valenciana está en quiebra. Valencia es un auténtico pufo de dimensiones astronómicas que está a punto de estallar. Un agujero de deudas, impagos y ruina que sería oficial en unos días y que solo gracias a una asistencia de urgencia mantendrá la vida unos días más….pero solo unos días. Valencia está ya en suspensión de pagos. A esta tierra ya nadie le presta, nadie se fía, y por tanto eso, en términos económicos, es una suspensión de pagos, no porque lo declare ella, sino porque los posibles acreedores no cobran y porque ni el inversor más loco se atreve a prestar ni un céntimo.
Durante los años de la burbuja, Generalitat, Diputaciones y, en muchos casos, Ayuntamientos, dominados casi todos por el PP, gastaron de forma desmedida el dinero público. ¿En qué? Adivinen que tres características he indicado más arriba y llegarán rápidamente a la respuesta. En fiestas, apariencia y corrupción. Llego la crisis y se ha seguido gastando en fiesta, apariencias y corrupción. Y será así hasta el día D, el día en el que todo el mundo, nacional e internacional, ponga en un titular a doble página que “La Comunidad Valenciana se encuentra en default”. Es solo cuestión de tiempo.
En estos años no se ha aumentado apenas el presupuesto dedicado a Sanidad, Educación, Investigación, Actividad productiva, etc. Se aumentó lo justo y lo necesario cuando el maná de la construcción florecía, y se ha recortado, drásticamente, cuando esa fuente se secaba. Sin embargo, todo ha sido propaganda, un decorado de cartón piedra que los valencianos aplaudían a rabiar: Formula 1, la Copa América, Terra Mítica… o el aeropuerto de Castellón, conocido internacionalmente por no tener aviones y por contar con una invasión de conejos. ¿Qué importa lo que cueste y si sirve o no? Todos sabrán fuera lo importante que somos.
No se ha escatimado para las fiestas, y cuidadito con aquel que se atreva a tocarlas… Ni las Fallas en Valencia, ni las Hogueras de Alicante, ni los Moros y Cristianos de muchos pueblos (entre ellos el mío) han sufrido el más mínimo recorte presupuestario, como mucho la congelación o una ligera bajada. Ya que no hay pan, que haya circo asegurado, que es lo que muchos ignorantes anhelan año tras año…. Cueste lo que cueste, que ya se pagará... Mientras, si que se recorta el presupuesto en Educación, se apila desde mucho antes de la crisis a niños en barracones, se tiene la Sanidad hecha unos zorros o se privatiza (así se lo llevan los amigos), se cierra un centro pionero en investigación contra el cáncer (El Centro Príncipe Felipe) o vete tú a saber.
Y por ultimo corrupción. Corrupción a todo tren, de todos los tipos y para todos los colores. Corrupción como Gurtel, incluso minimizada por la población con la famosa frase “por cuatro trajes”. Cuatro trajes que son solo la punta del iceberg de una trama organizaba que se llevaba calentito millones y millones de dinero público que pagamos “los tontos” (porque los listos son los que defraudan, según estas costumbres que tenemos), saqueos colosales de las arcas publicas por parte del partido que según ellos mismos “son la esencia de Valencia y lo que sienten los valencianos”, es decir, el Partido Popular. Corrupción como en Castellón, con el afortunado Fabra; en Alicante, la trama Brugal, en Valencia el caso “Emarsa”, el desfalco y facturas falsas de millones con las que se contrataban incluso servicios de prostitutas con el nombre de “traductoras” (de griego y francés).
Un autentico marasmo de robo, cuyos símbolos más importantes han sido las entidades financieras valencianas, gobernadas y gestionadas también por el PP, y que han tenido que ser nacionalizadas con dinero público y vendidas a bancos externos a esta comunidad. No solo han sido saqueadas y arruinadas, sino que ahora ya ni siquiera son valencianas… Pero bueno, mientras tengamos Formula 1…. ¡Qué más da!
Pero resulta que al final el tiempo pone a cada cual en su sitio. Resulta que empieza a escasear el dinero para los amigos, para los miles de asesores y enchufados del PP en instituciones y empresas públicas, empieza a escasear el dinero para las adjudicaciones legales e ilegales, para empresas amigas…. Así que hay que seguir chupando del bote hasta que el bote se acabe. En lugar de hacer una limpieza en ese sentido (somos la Comunidad que menos funcionarios -de carrera o interinos- tiene por habitante, aunque si una de las que tiene a más asesores políticos) se deja de pagar todo o se recorta: se deja de pagar a los abogados de oficio, a las PYMES, a las farmacias (donde empieza a haber problemas de desabastecimiento y tres días de cierre), a las residencias de ancianos, a los dependientes. Comienza a haber retrasos incluso en las nóminas de los trabajadores de la Administración….
Y el reloj de arena se agotó. Es diciembre de 2011. Ahora ya no caben excusas. Ya no sirve que salga en Canal 9 una realidad paralela. Ya no sirve el que la teórica oposición socialista sea igual de mediocre e incompetente que los que mandan. Esto ya no es una broma. Ya toda España y el mundo saben que la subasta de bonos se ha cubierto in extremis.Y ello significa que estamos en BANCARROTA
Ahora tocará sufrir. Ahora tocará sufrir día a día el castigo de haber sido un pueblo tolerante con la corrupción, deseoso de aparentar, centrado en las fiestas y en las tradiciones. Ahora, incluso esa mayoría social que ha aplaudido esa situación, sentirá el dolor en sus carnes y lo tendrá sobradamente merecido. Será, por así decirlo, como el castigo de dios a los pecados cometidos. Solo que sin dios al que encomendarse, aunque muchos valencianos también padecen de ser beatos en exceso.
Ese es el futuro. Y lo triste, lo más triste, es que también lo sufriremos un amplio sector de la sociedad, minoritario, si, pero orgulloso de serlo, que avisó en su día de la ruina a la que nos dirigíamos. Que denunciábamos como un predicador en el desierto el hatajo de ladrones y sinvergüenzas que pululaban al calor del dinero publico. Que nunca se arrugó, aunque nos despreciasen, de decir que ese no era el camino. Que siempre se opuso y jamás apoyo la política de derroche que la derecha o el PP, como se le quiera llamar, desarrolló en esta tierra. Que jamás les apoyamos con nuestro voto. Que siempre se quejó de un PSPV-PSOE inútil e incompetente para plantear un modelo alternativo. A todos esos nos queda el consuelo de no ser cómplices de la ruina de la Comunidad Valenciana, aunque vayamos a sufrir las consecuencias.
A pesar de ello, cuando esa ruina se materialice, muchos tendremos ganas de decir y reprochar a muchos de esos colaboradores activos o pasivos de ese PP, de esa forma de hacer, de ese gusto por la corrupción y el aparentar. Más que nada, porque tendremos la autoridad moral para decir ¿Ahora que, hijos de puta?
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